miércoles, 18 de noviembre de 2009

LADO A

“TODOS LOS MÍOS LOGRARÁN DE MIS RIQUEZAS.
Y los tuyos estarán como los veo, pobres en el mundo”

-Lucifer (1).



La acumulación. Da cuenta y necesita tanto del tiempo como del espacio. Sobre una mesa de trabajo. En la memoria. La cultura es una acumulación. La acumulación de diversas tradiciones se mezcla y sedimenta en nuevos/viejos anhelos, deseos. En la basura, los altares y en el arte.



En los objetos presentados en las vanitas, a diferencia de las naturalezas muertas y los bodegones, una sanción moral realza el carácter significativo de los objetos. Del mismo modo, el didáctico arte religioso colonial explicita el sentido negativo de la búsqueda de las riquezas y los placeres presentando tentadoras mesas servidas (fig 1). El mensaje es tan claro y directo como disímil y variada es la recepción de este.

La tradición religiosa popular funciona abiertamente mediante procesos de acumulación, lo que podemos ver en la sumatoria de objetos que van construyendo los altares, las animitas y en el simple acto de montar una foto de carnet en un retrato más grande. La ofrenda se confunde con el fetiche. Productos de uso diario pueden emplazarse en un contexto devocional y cargarse de un sentido particular, dado por los anhelos, deseos, esperanzas de quien los dispone de tal o cual forma (fig. 2), construyendo de este modo un espacio representacional cuyo orden esta dictado por la decantación, la presentación, y la sumatoria.



La sanción moral que recaía en las reliquias presentadas en las vanitas ha devenido en el anhelo de aquello que antes era condenado. El proceso de mestizaje que se da en la colonia, en el que se montan las tradiciones cristianas y paganas tiene un correlato con el colonialismo de nuestro tiempo. Vivimos el reciclaje del sueño americano, recibimos nuevamente el excedente descontextualizado de un proyecto transplantado. La búsqueda de la riqueza y los placeres mundanos reemplazo la predica anterior, de tipo espiritual, sin embargo la distancia que existe entre los feligreses y el fin ultimo de la fe siguen siendo la misma. La misma distancia que explica la manipulación fetichista y animista de los objetos del culto.



En este marco, el cuadro, es decir la obra de arte, vuelve en su propia ley, como producto, a reflexionar en torno a la distancia necesaria para la existencia del anhelo y la devoción. El objeto, el producto, es activado y cargado de sentido al ser manipulado por un sujeto que al participar del acto mismo de la compra venta y posterior ubicación (decantación, sedimentación) vive su cultura generando nuevas grutas, lejos de la mera contemplación estética.

Omar Cuevas.

1)En el cuadro LAS TENTACIONES, atribuido al Taller de los Hermanos Cabrera, Quito. Siglo XIX. Tomado del catalogo de la exposición Chile Mestizo.

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